Sin gregarios no hay paraíso. Pero para ser gregario hay que conocer el oficio. Hubo una vez, en la Planche des Belles Filles, adonde ascendió el Tour la semana pasada para ver ganar a Tadej Pogacar en su máxima esencia, en que a Alejandro Valverde le dio por ponerse el mono de trabajo y olvidarse de sus galones. ¿Pero qué hizo? Fundió a los compañeros, porque un líder, una estrella, los que están llamados a ser mitos del ciclismo, no saben hacer este trabajo.
El Tourmalet
El Tourmalet: sin gregarios no hay paraíso
Antes los llamaban domésticos pero ahora son corredores que valen su precio en oro y que casi se pueden jubilar de por vida cuando deciden colgar la bicicleta.
Seep Kuss tira de Jonas Vingegaard en la parte final de Alpe d’Huez. /
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