El Tourmalet

Un Tour de Francia en Provenza

Los campos de lavanda, el sonido de las cigarras, los viñedos, el cerca Ródano y por fin el calor marcan el paso de la prueba por esta famosa región francesa

Pelotón, 11 etapa / LE TOUR

Sergi López-Egea

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La Provenza toma aire y vida alrededor del margen izquierdo del Ródano, el río que Frédéric Mistral tanto admiraba que hasta lo convirtió en un príncipe. A la Provenza ha llegado este miércoles el Tour, acompañado por el calor ¡por fin! aunque todo el ambiente cambiará cuando los ciclistas lleguen a lo más alto del Ventoux.

Pero, aunque circulen concentrados, pendiente de lo suyo, vigilando que nadie se escape y preocupados porque ningún compañero se descuelgue, es imposible que no escuchen a las cigarras. No hay lugar en el mundo donde canten tan alegremente hasta provocar en algunos lugares un ruido ensordecedor. Solo hay que bajar la ventanilla del coche para escuchar a las cigarras o levantar un instante la cabeza del manillar y dejar de mirar el ciclocomputador. Ese instante de relajación se lo merecen las cigarras antes de que anuncien con su silencio el fin del verano. El año pasado, en septiembre, el Tour también pasó fugazmente por la Provenza pero ni hubo cigarras, ni tampoco se vieron los campos de lavanda, recortados por los agricultores. Ni siquiera había uva en los viñedos una vez terminada la vendimia.

La tristeza de 2020

Por cosas como esas el Tour de 2020 fue distinto, porque el encanto principal de la Provenza se vive ahora viendo, por ejemplo, las colmenas junto a los campos de lavanda para que la miel adquiera un sabor característico como las fresas, ahora, o las cerezas que se comen en junio cuando el Critérium del Dauphiné anuncia con sus trompetas que en menos de un mes un pelotón de ciclistas volverá por estas tierras aunque transformado en el Tour, en el Tour de Francia.

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Pueblos pequeños, todos muy parecidos, con sus iglesias y los techos de teja; calles estrechas, desiertas en 2020 pero ya cargadas de turistas este mes de julio: el plan es perfecto, unas horas en la cuneta para aplaudir a los ciclistas y el resto del día visitando pueblos provenzales como Vaison la Romaine, Malaucène, donde acaba la etapa, o Bêdoin donde hay que comenzar a preparar las piernas para ascender el Ventoux por la cara sur, la más famosa y por el lado por el que más veces ha subido el Tour.

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