Hay favores que no se pagan con dinero. Hay que tener mucho amor por el ciclismo y por los mitos del Tour. El propietario de un hotel próximo a Ax les Thermes, en los Pirineos, a una hora y cuarto en coche de Andorra, recibió una llamada de un antiguo remero neerlandés. Lo conocía de haber pernoctado en el establecimiento durante unas vacaciones cicloturistas. "¿Puedes recoger unas ruedas en Andorra y llevarlas a Rennes?". El viaje a Andorra no era complicado, pero hasta Rennes significaba atravesar toda Francia, 1.700 kilómetros ida y vuelta. Y, además, había que darse prisa porque quien quería las ruedas no era otro que Mathieu van der Poel, el líder del Tour, para utilizarlas en la contrarreloj donde salvó el jersey amarillo.
El Tourmalet
La historia de las ruedas andorranas de Van der Poel
El equipo del líder del Tour no disponía del material adecuado para que el nieto de Poulidor defendiera el amarillo.
Tras una búsqueda encontraron la salvación en los Pirineos y a una persona que realizara por amor al ciclismo el transporte hasta Rennes.
Mathieu van der Poel, en el podio del Tour, tras la contrarreloj. /
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