Otra baja en la cocina de Barcelona

Fermí Puig cierra su restaurante

Alfred Romagosa y Fermí Puig, en una de las mesa de mármol del restaurante. Foto: Lali Puig

El cocinero Fermí Puig y el jefe de sala Alfred Romagosa cerrarán en junio el restaurante que lleva el nombre del primero, abierto en el 2013 y situado en el número 175 de la calle de Balmes, en Barcelona. Ese es el plan inicial antes del traspaso, aunque está todo abierto, lo que incluiría la continuidad de encontrar un proyecto solvente e inversores, aunque ya sin Puig, que "se jubila", en palabras de Romagosa.

Terminará así una brillante etapa de la restauración barcelonesa de una pareja de profesionales que vivieron el esplendor del Drolma, también desaparecido y que ocupó la primer planta del Hotel Majestic y que consiguió una estrella en la guía Michelin en el 2002. Platos, entonces, de gran impacto, como aquella pierna de cabrito embarrada en adobo que Fermí aprendió cuando fue cocinero en Canarias y cuya réplica se puede comer hoy en Sintonia.

Al hacerse pública la noticia en Rac-1, las reservas se han disparado, con el mes de mayo ya al completo. Para la despedida, un menú singular (90 €) con platos potentes y renombrados: el 'brick' de gambas, el canelón de 'rostit' con bechamel de trufa, el 'parmentier' de bogavante y el cabrito enfangado. ¿Menú Tota una Vida?

Fermí Puig (Granollers, 1959) se retira después de una vida dedicada a la restauración, en la que se inició con Montse Guillén. Pasó también por El Bulli y fue él quien recomendó a Ferran Adrià, con quien había coincidido en la mili.

Fermí Puig, en el antiguo Drolma. /

Andrea Bosch

Fundó el restaurante Petit Comitè, que después pasó a manos de Nandu Jubany y que en la actualidad dirige Carles Gaig, en una alternancia de amigos y cuya misión es la defensa de la cocina catalana. Fermí ha sido clave para la buena relación de una relevante generación de cocineros en Catalunya.

En el restaurante homónimo, la figura clave, como lo fue en Drolma, de Alfred Romagosa, que servía los gintónics a la reina madre en el Hotel Ritz de Londres y sabe como nadie atender a las personas y guardar sus secretos.

En Fermí Puig Restaurante el objetivo ha sido llevar la alta cocina a ras de tierra con el lema “a preu fet”: comer sin el susto final, sabiendo qué se pagaba desde el principio. La idea caló bien entre la clientela, aunque los últimos tiempos han sido difíciles: el covid le dio un buen mordisco a la tesorería.

Reserva de la cocina catalana, ha sido posible comer allí ‘capipota’, lengua a la vinagreta o sepia con albóndigas. Medio en broma, medio en serio Fermí decía que “era un restaurante étnico”, un salvavidas para salir a flote entre tantos tazones de 'ramen' y ‘poke’.