Comer por menos de 15 €

Menú del día: Bar Potitos, Santa Caterina en buenas manos

Casas así son las que reivindican al barrio al que pertenecen de la mejor de las maneras: con hechos y no con palabras huecas

Menús de mediodía: restaurantes de Barcelona para comer por menos de 15 €

Restaurantes donde comer estupendamente al mediodía por menos de 20 €

La paella de Bar Potitos. / Alberto García Moyano

A lo largo de todas las entregas que llevo de menús del día ha habido de todo. Desde el gozo por volver a visitar un lugar predilecto (y poder compartirlo con quienes leéis ocasional o frecuentemente esta sección) al de haber conocido un nuevo lugar, pasando por el privilegio de que muchas de esas visitas han sido en grata compañía, acudiendo a lugares en que mis acompañantes querían compartir conmigo una comida.

Y la croniquilla de hoy es una vuelta de tuerca más, pero de las que no dejan la rosca inservible. Uno de esos días para no olvidar. Una fiesta. Un jueves de paella en el que me reconcilié con este plato después de algunos intentos fallidos (sí, porque no siempre se acierta, conste en acta) desde que visitase El Rincón Sevillano.

Bar Potitos

Colomines, 8. Barcelona

Precio: 14,5 €

Un encuentro con un tipo que conozco desde hace no tanto, pero que me despierta un respeto y admiración descomunales, porque conoce infinidad de lugares y los comparte generosamente. Y, mira por dónde, fui agraciado con que el bueno de Kuko me llevase a uno de los predilectos de su barrio: el Bar Potitos, en el nada fácil barrio de Santa Caterina. Con Mireia, que se incorporó muy poco después de la cita, para completar la jornada.

Otra exitosa historia de relevo generacional

Con la vista puesta en el mercado de Santa Caterina y a muy pocos metros de Casa Mari y Rufo (el sitio al que, si te llevo, es porque tienes declarado mi amor incondicional), el Potitos es otra de esas exitosas historias de relevo generacional que pone de manifiesto que es posible resistir en el centro de la ciudad sin fliparse ni vender humo (válgame la redundancia). Porque, si bien el Transatlàntic sobrevive, tuvimos que decir adiós al Asorey y esta orfandad parcial había que compensarla.

La entrada de Bar Potitos. /

Alberto García Moyano

Ya he comentado que la jornada ocurrió un jueves y, por tanto, podréis suponer de qué primer plato toca hablar. También he dicho que, por el camino, a uno no le sonríe siempre la suerte. Pero no esperaba que el mecanismo compensatorio (la mera estadística del ensayo-error) me premiase de esta manera, porque de pronto sentí lo mismo que la primera vez que comí el menú de mi adorada Bodega Josefa de la calle de Saragossa.

El entrecot de Bar Potitos. /

Alberto García Moyano

Cuando pienso en el -mi- combo perfecto para un menú de jueves, se me ocurre que paella de primero y entrecot de segundo es todo lo que le puedo pedir a la vida. Sin desmerecer a la 'esqueixada', los guisantes con jamón, los boquerones fritos o el solomillo de cerdo asado que te ofrecen como alternativas, la verdad es que lo de la paella del Potitos es verdaderamente meritorio, porque se cuentan con los dedos de una mano los lugares en los que conseguir ese punto de arroz, ese sabor, esa generosidad de producto y esa cantidad.

Y todo eso sin hablar de que nos comimos la paella cercanas las tres de la tarde, donde el riesgo del arroz pasado es un hecho que no siempre se le debe imputar a cocina, que mucho hace con sacarte un arroz para tanta gente con el presupuesto que manejan.

La tarta de queso de Bar Potitos. /

Alberto García Moyano

Y bueno, qué decir del entrecot, de ternera, con las mismas sensaciones que el de buey del Pepeta’s. Sabroso, tierno, con patatas fritas extraordinarias. La antesala ideal para disfrutar de la tarta de queso de la casa. Porque en el Potitos todo lo trabajan de cabo a rabo.

Con estos mimbres, la sobremesa es un regalo, porque en esta casa no cierran tras la comida y te permiten seguirlos disfrutando en un marco incomparable como ese. Siendo la cosa así, y con unos anfitriones de auténtica categoría, pues a uno le sale escribir estas líneas con cierto nivel de empañamiento ocular.

Vayáis de fiesta, por trabajo o por lo que sea, consideraos bien destinados a disfrutar si alguien de vuestro entorno os conmina a sentaros al menú del día del Potitos. Porque en medio del desastre, casas así son las que reivindican al barrio al que pertenecen de la mejor de las maneras: con hechos y no con palabras huecas.