LOS RESTAURANTES DE PAU ARENÓS

Carlota Akaneya: parrillada japonesa

Ignasi Elias (de pie), Felipe Fernández y Natsumi Tomita, en Carlota Akaneya. Foto: Joan Puig

Incrustada en cada mesa, imponiéndose, sintetizando, la parrilla de carbón. «Carbón vegetal ecológico», puntualiza Ignasi Elias, uno de los dueños. No es un adjetivo ocioso. La familia Elias es propietaria de los súper ecológicos Veritas.

Así, lo producido sin abonos de síntesis ni transgénicos tiene un lugar reservado en Carlota Akaneya: «Un 90% de lo que manejamos».

Pero ¿quién es esta mujer, CA, de nombre partido, mitad occidental, mitad oriental? 

CA no existe. Carlota es la madre de Felipe Fernández, socio de Ignasi («su sueño era esto»). Y el apellido, Akaneya, se refiere al restaurante de Kioto en el que se han inspirado para el asador a la japonesa, un 'sumiyaki'.

Para conocer el lugar en ascuas, el Akaneya Junshinken, Ignasi y Felipe viajaron hacia el sur de Japón y «cuatro noches seguidas» cenaron allí, equipados con cámaras y cinta métrica ante la mirada atónita de los camareros, que les permitieron sin reproches el deporte de copiar.

En agosto del 2011 abrieron en Ciutat Vella la réplica acarlotada del 'sumiyaki' original. Es el primero de su especie en la ciudad, tal vez en España, incluso para Tokio resulta peculiar. «Allí hay pocos con carbón, la mayoría son mesas equipadas con parrillas a gas».

Prima hermana de la parrilla coreana, recuerdo una excelente de llama azul, Han No Daidokoro, en el cruce tokiota de Shibuya. 

Ignasi domina las aplicaciones para móviles y es Felipe el profesional de la hostelería. La verdad japonesa aparece con la pareja de Felipe, Natsumi Tomita, que controla la cocina con movimientos suaves.

La novia de Ignasi es de Hong Kong («ella nos ayudó a conseguir la vajilla original»), así que el viaje hacia otro continente ha sido completo. 

El espacio es agradabilísimo, madera, hierro y chimeneas para los malos humos. 

El desconfiado, ante lo aparatoso de la fumarola cuando la carne chisporrotea sobre las rejillas, puede sospechar que saldrá acecinado, si bien la extracción es suficiente para sortear la niebla.

En abril comenzarán a servir pescados y mariscos y comensal atenderá el 'break dance' de la navaja. 

El servicio comienza con 'pa amb tomàquet', 'torrada' con escalivada y queso (demasiado blandurria), bravas majas –el gesto de respeto a Ciutat Vella– y sigue con la sopa de miso, el correcto yakisoba, el imprescindible arroz a la brasa y la curiosidad de otra ración de gramínea bicolor con carne picada y huevo. 

El agua es gratis y casi todos los vinos son a copas –como debe ser–. Tras la cerveza, un chispazo de Clos del Mas.

La parrilla trabajó con las carnes, el wagyu de California y la ternera de La Pobla de Segur.

Chistorra, pollo, hamburguesitas, verduras, un fantástico tejemaneje.

Cada uno, surtido con pinzas (habría que buscar otras más cómodas), rendía el producto al punto de cocción deseado. Para refrescar, los makis helados. 

Entre el humo fragante, la revelación de la primera parrilla japonesa.