LOS RESTAURANTES DE PAU ARENÓS

El Racó de l'Agüir: Quatretondeta plus

Ivan, Roser y los Ferran (hijo y padre) Agüir. Foto: Jonathan Grevsen.

Antes de comer en El Racó de l’Agüir nunca había oído hablar de Quatretondeta, un pueblo de 120 habitantes en el interior de Alicante, entre montañas de piedra acerada, a 22 kilómetros de Alcoi.

La familia Agüir procede de este lugar de secano. En 1979 abrieron un restaurante en Barcelona, Agüir, que trasladaron en 1990 a la calle de Tamarit, alargado el nombre para diferenciarlo del original.

Aunque los padres, Ferran y Roser, siguen trajinando viandas, son los hijos, Ivan (1972) y Ferran (1975), los encargados del mambo. 

Restaurante de barrio, satisface el paladar cercano con un menú de mediodía de 11,90 euros, donde el cliente asiduo –Ivan es capaz de decir el nombre de todos los comensales y su frecuencia– puede tomar cocina casera con plus, es decir, esos platillos que la pereza ha ido apartando de nuestros hábitos.

Pan tostado, 'allioli', arroz negro, croquetas de pescado con patatas fritas de verdad y pimiento verde, batido de mango y coco y media botella de René Barbier. La-ra-la-la-lá. 

El segundo día fui con un objetivo: reencontrame con el arroz al horno, plato fetiche desde la infancia. Cocino y teorizo sobre ese tostado y advierto que en Barcelona es una rareza, así como otros arroces de la carta del Agüir, como el de bacalao con coliflor.

Cuando leí «arròs al forn», mis ojos se quedaron pegados como el hierro al imán o el Superglue a los dedos.

Expliqué a Ivan mi relación con la cazuela de barro, así que para prevenir me explicó que, a diferencia de Vila-real, en Quatretondeta añadían chorizo. 

En rápida visita a la cocina (abierta, a la vista, ¡anticipándose en dos décadas a la tendencia de la no-ocultación!), Ferran y Roser, lo confirmaron: «Chorizo y pimiento rojo». Guaps. Vi que una brasa de carbón chispeaba con orgullo en el centro del piano. Aquí, de verdad, cocina a la brasa. 

Metido de lleno en el quatretondetismo, Ivan presentó un aceite que extraen a los olivos del abuelo, hecho de mançanella y blanqueta, bautismo para romper con la monotonía de la arbequina.

Y un vino del Priorat que he bebido otras veces y que me gusta, L’Inconscient, de los primos o cousins Marc y Adrià Pérez: «También son de Quatretondeta. Nuestras familias se conocen desde siempre», aclaró Ivan. Quatretondeta universal. 

Correctas patatas bravas (me gustó más la salsa que el tubérculo). Alcachofas crujientes.

Guapo trío de croquetas: vieira con gamba, rape y pollo del Penedès (me quedo con la última).

Brillante atún con mango, atrevimiento de fruta con pescado en homenaje al padre.

Y el arroz al horno, con garbanzos y sin patatas, chorizo y pimiento rojo, virando hacia el cárdeno, bueno, bo, good, quatretondenteando.

Y, de postre, el helado de yogur, crumble y mermelada de moras. 

Salí contento, meditando que había conocido a gente entusiasta y hospitalaria y entregada. Y canté la-ra-la-ra-lá.