Para que una receta se gane el título de ‘plato típico de verano’ tiene que cumplir con dos requisitos: que sea fresca y, además, fácil de hacer. Y, sin duda, el melón con jamón cumple a la perfección con ambos requisitos.
Por si fuera poco, para su elaboración no se requiere ni un solo artilugio eléctrico, cosa a tener muy en cuenta en esta época de confusión energética causada por las horas valle, llano y punta. Pero a pesar de todas estas ventajas, este plato ha ido incomprensiblemente desapareciendo de las cartas de los restaurantes, seguramente porque ha perdido todo el ‘glamour’ de tiempos pasados.
Aunque no lo parezca, esta fantasiosa combinación de fruta y embutido, de dulce y salado, de frescura y sequedad, tiene mucha historia detrás, además de formar parte de un curioso choque de civilizaciones.
El melón fue introducido en España por los árabes, que solían consumirlo con sal (ya conscientes de los efectos de esta combinación ganadora). Por ejemplo, en Marruecos lo siguen mezclando en ensalada con frutos secos, sésamo tostado y todo tipo de especias y hierbas. Se podría pensar que añadir jamón (el cerdo está prohibido por el Islam) respondería a una fase más de las guerras medievales de ‘moros y cristianos’, pero no.
Eso fue cosa de los italianos, que con vocación innovadora lo mezclaron con ‘prosciutto’, salami y demás embutidos.
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En algún momento del siglo XIX llegó la idea a España donde, obviamente, se puso en práctica con jamón serrano para adaptarla al producto y las costumbres locales. Y durante mucho tiempo fue digno de grandes acontecimientos, de locales de alto copete y grandes eventos.
Luego se infiltró en una capa más popular: en la típica comida familiar al aire libre, en los restaurantes de menú turístico en primera línea de mar, en los cámpings a la sombra… Y es posible que sí sobreviva en muchas casas, pero en la restauración urbana –al menos en el centro de la ciudad– ha ido perdiendo comba.
Quizás porque no encaja bien con las tendencias más cosmopolitas, porque parece demasiado sencillo, porque los comensales lo encuentran poco elegante… O también porque, como suele pasar, en muchos lugares se ha menospreciado este plato, reduciendo la calidad del jamón hasta situarla bajo tierra. A lo mejor no hace falta ‘malgastar’ un buen ibérico, pero tampoco es de recibo coronar los tajos de melón con unas lonchas más parecidas al chicle que a algo comestible.
Así que, entre el postureo de unos y la picaresca de otros, este plato fresco, sencillo y fácil ha ido convirtiéndose en un ‘souvenir’ del siglo XX. Algunos chefs de alta cocina han intentado recuperarlo a base de complicarlo todo, pero tampoco hace falta recurrir siempre a la innovación o a la tecnología. ¿Acaso las cosas perfectamente sencillas no son siempre las mejores, como un baño en una playa solitaria o una canción de los Beatles? Pues eso sería el melón con jamón: un irresistible ‘Here Comes the Sun’ gastronómico.
A favor de su vuelta
¿Cuántos platos deliciosos, frescos, saludables y con un notable contraste de sabores se prepara en un minuto? Pues eso.
En contra
El melón debe salir bueno, no apepinado, y el jamón debe tener un mínimo de calidad. Aparte de eso, a algunos les puede parecer viejuno y poco moderno. Pero quizás esto solo sean prejuicios…