Mientras escribo esta columna con la ayuda de un negroni casero que me costaría varios años de cárcel en Italia, cuento los minutos que faltan para el comienzo de la desescalada. No me quedan uñas en manos y pies, y mi salón parece haber sufrido una estampida de adictos al 'crack', pero ya respiro tranquilo y empiezo a recuperar la cordura. Parece que Alba Vergès me dejará volver al único lugar en el que estoy mejor que en casa: el bar.
TOMA PAN Y MOJA
El resplandor de los bares
Dicen que los tullidos notan las extremidades amputadas tiempo después de perderlas. Me ha pasado lo mismo con mis bares favoritos
Un bar cerrado en Bruselas, Bélgica. /
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