TOMA PAN Y MOJA

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Han bajado las persianas de bares y restaurantes y el descontrol, si cabe, es aún mayor

Un bar de Barcelona, con las sillas apiladas de la terraza. / ELISENDA PONS

Dicen que el coronavirus no entiende de fronteras. Pues el sábado pasado me quedó muy claro que el centro de Barcelona no entiende de coronavirus. Una mala decisión me llevó a hacer la compra en el supermercado de unos grandes almacenes. La temeridad le costó cara a mi salud mental. Salí de allí aterrado. No dudo que se cumplieran escrupulosamente las restricciones de aforo, pero había colas en la pescadería, atascos en los pasillos de conservas, gente por todas partes… A gusto no se estaba. 

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