La proliferación de terrazas improvisadas en Barcelona ha llenado las aceras de conversaciones y carcajadas; la nueva banda sonora local, filtrándose por los intersticios de tu persiana. Las calles, vacías de turismo zombie, se muestran ahora rebosantes de vida… y comida. Para el peatón voyeur, la nueva estampa urbana es un regalo: donde antes había una papelera corroída por micciones caninas, ahora hay mesas llenas de platos, gente comiendo, mascotas esperando que les caiga un trozo de hamburguesa.
TOMA PAN Y MOJA
Una deglución con vistas
Las calles, con sus nuevas terrazas, son una fiesta para el 'foodie' cotilla
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