¿El saber nos hace mejores personas?

Unas charlas en el Palau Macaya indagan sobre la relación entre conocimiento y bienestar

Marina Garcés.

Alma es una nueva manera de hablar de lo social. Con actitud y optimismo. Desde la diversidad. Y a partir de las historias de la Obra Social La Caixa

Cada día se crean en la Wikipedia española unas 400 entradas. Cada minuto que pasa, hay en YouTube 400 horas nuevas de contenido. Por otro lado, los estudiantes tienen cada vez más carreras y másteres para elegir. En esta sociedad del conocimiento, los objetos son más listos que nunca: teléfonos, coches y lavadoras inteligentes llenan nuestras vidas y hogares. Los seres humanos, en cambio, entre tanto populismo y fake news, parece que nos hayamos vuelto más crédulos. Más ingenuos. ¿Dónde queda la promesa ilustrada de que el saber nos iba a hacer más libres y mejores? Nos lo cuenta la filósofa Marina Garcés poco antes de inaugurar 'Democracias bajo control', un nuevo ciclo de charlas del Palau Macaya, centro que este año ha batido su récord de visitantes gracias a 742 actividades diseñadas con un objetivo: hacernos pensar y dialogar para poco a poco cambiar nuestras calles, nuestros barrios, el mundo.

Cada época ha tenido su particular relación entre conocimiento y poder. ¿Cómo se relacionan estas dos palabras actualmente?

En otras épocas, el conocimiento era monopolio de los monasterios, de los reyes, de las bibliotecas. Ahora la educación, por lo menos en las sociedades avanzadas, es universal. Sin embargo, esto no implica necesariamente ni más democracia, ni más libertad ni más emancipación. Es la gran paradoja de nuestro tiempo.

Nunca habíamos tenido tanto acceso a tanta información. Sin embargo, quizá nunca antes habíamos sido tan poco críticos. ¿Por qué?

Es uno de los efectos de este acceso masivo a la información. Hacemos experiencia de todo esto de forma muy acrítica porque no tenemos contextos de valoración. Toda crítica implica una relación con un contexto que nos permita valorar las ideas y los saberes, rechazarlos, contraargumentarlos. Pero hoy recibimos las ideas a chorro y, además, desde herramientas que más bien rompen nuestros contextos de experiencia, como espectadores o usuarios de las redes sociales. Es decir, sabemos muchas cosas de las que no hemos hecho experiencia ni sabemos cómo hacerla.

¿Qué caracteriza la ignorancia de nuestra época y por qué puede ser un peligro para la democracia?

La ignorancia de nuestra época se caracteriza precisamente por estar llenísima de conocimientos. Es una ignorancia muy saturada. No es un vacío por llenar. Por eso, necesita estrategias de vaciamiento: descartar todo lo que nos impide ver el mundo y a nosotros mismos como sujetos activos. Y, a la vez, como decíamos antes, hay que convertirla en experiencia con sentido. Y eso implica también aprender a ver todo aquello que no sabemos entre aquello que aparentamos saber.

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