El día en que el director José Antonio de la Loma se plantó en el extrarradio de Barcelona empezó a perpetrarse un estropicio que aún escuece. Era 1976 y se rodaba ‘Perros callejeros’, el primer disparo del cine quinqui: para unos, realismo social; para otros, afrenta a los vecindarios humildes. “No sabemos cómo llegó aquí. No habló con los vecinos, solo con unos cuantos chicos que se dedicaban a robar y asaltar coches... Les ofreció dinero”, recuerda el maestro Josep Maria Monferrer, del Archivo Histórico del Campo de la Bota y La Mina.
De 'Perros callejeros' a Netflix
El nuevo cine quinqui reaviva el temor al estigma en los barrios de la Gran Barcelona
El retorno de los rodajes a la periferia, traumatizada por las películas de atracadores en la Transición, reabre el debate sobre la recreación estereotipada de los barrios desfavorecidos
Óscar Casas y Mario Casas, durante el rodaje de ’Mi soledad tiene alas’. /
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