Agujero negro urbano

El Morrot de Montjuïc o la oportunidad perdida de recuperar un espacio único de Barcelona

La ladera de la montaña tiene pinta de ocaso urbano, pero no, es una barrera vial y natural entre barrios en uno de los lugares más desaprovechados de la ciudad

Vista del Morrot desde el Teleférico de Barcelona / Ferran Nadeu

Una vez superada la curva de la carretera de Miramar, que abraza los exóticos jardines del Mossèn Costa i Llobera, la Ronda Litoral atraviesa una tierra incómoda. A un lado, los muelles del puerto con su inconfundible olor a grano. Y detrás, el mar, claro. Al otro, el Morrot, esa pared maltratada desde los tiempos de los íberos; la cantera que ha servido para levantar murallas y monumentos, pero también para moldear la Sagrada Família, Santa Maria del Mar, el Palau de la Generalitat, la Llotja de Mar o el edificio de Correos. La proa de Montjuïc sobresale imponente, pero es a la vez frontera y muro entre barrios de una ciudad que parece terminar a los pies del castillo. Y no, ni mucho menos, porque tras el cementerio están los barrios de la Marina. Y la Zona Franca. Barcelona lleva tiempo buscando la manera amable de unir ambos mundos. Hasta tres planes municipales lo han intentado. Por ahora, sin éxito.