La montaña de Montjuïc es un claro ejemplo de noticia Guadiana, de relato de ciudad que va y viene en función de los rumores, las propuestas y el oportunismo, siempre con ese objetivo, jamás del todo alcanzado, de que se convierta en el gran parque urbano de Barcelona. Se habla del (mal) encaje de este pulmón desde tiempo inmemoriales, pero más todavía desde que los Juegos del 92 llenaron el lugar de equipamientos, casi medio centenar entre culturales y deportivos, que animaron la fiesta pero no fueron suficiente. Cómo llegar y cómo salir ha sido uno de los principales retos de todos los proyectos que han tratado de convertir la serranía en un lugar a escala humana. Por ahora, sin demasiado éxito. Llegó incluso a plantearse un monorraíl que cruzara Montjuïc y que conectara el Poble-sec con los barrios de la Marina. No llegó a cristalizar, pero el simple intento invita a versar sobre este peculiar ferrocarril, el que probablemente sea el mayor exponente de quiero y no puedo del transporte público de la capital catalana.
Historia de la movilidad
El monorraíl en Barcelona: memorias del transporte gafado que nunca fue
Barcelona se planteó instalar un monorraíl que cruzara Montjuïc, otro que recorriera el litoral y uno que uniera la Diagonal con el Camp Nou
En el siglo XIX hubo un intento de vagones aéreos tirados por caballos en Sant Martí de Provençals, pero la cosa no fraguó
El Embruixabruixes, la primera gran atracción del parque de atracciones del Tibidabo y el único monorraíl exitoso en la ciudad /
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