Mientras los líderes de 200 países se conjuran en la cumbre del clima de Egipto para que el planeta siga siendo habitable, las ciudades, donde realmente se cuece el futuro de la civilización, intentan aplicar fórmulas para garantizar esa supervivencia. Lo hacen con ese difícil equilibrio entre urbanismo, movilidad y vida vecinal y económica, asuntos que transitan entre lo político y lo técnico y que chocan con hábitos sociales muy difíciles de romper. Cada urbe tiene su pócima, pero Barcelona ha logrado exportar y universalizar un proyecto, el de las supermanzanas, que se ha convertido en un referente en este aciago camino hacia la recuperación del espacio público para uso peatonal tras 70 años de desarrollismo vinculado al automóvil. Resulta curioso, sin embargo, que la capital catalana tenga un producto de márketing urbanístico tan potente y tan en boca de todo el mundo y que, a la vez, haya dejado de aplicarlo en su versión más pura, teórica y científica para apostar por el proyecto de ejes verdes. Que son lo mismo pero no lo son. Veamos.
Modelo de ciudad
Barcelona desnaturaliza sus supermanzanas mientras otros países aplauden y copian el proyecto
El ayuntamiento asegura que los ejes verdes son la manera más eficaz y rápida de alcanzar el objetivo de recuperación del espacio público
El 'padre' del proyecto lamenta que el ayuntamiento abjure de esta configuración urbana y que apueste por "simples peatonalizaciones"
La supermanzana de Sant Antoni en la calle del Comte Borell. /
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