“¿Un huequecito para el niño, me dejáis?”, dice una usuaria del metro, intentando maniobrar con el carrito dentro de un repleto ascensor que la llevará al vestíbulo de la parada Badalona Pompeu Fabra (L2). “Cada día es lo mismo”, asegura otra mujer, Míriam, de 37 años, que coge el metro cada mañana acompañada de un carrito. Y es que los ascensores del metro de Barcelona tienen un éxito evidente que va más allá de la función original de herramienta para eliminar barreras arquitectónicas.
Barcelona
Colas y riñas por los ascensores del metro, ¿una muerte de éxito?
La demanda espontánea deja a menudo en el andén a personas con movilidad reducida, pese a que tienen prioridad
Cola en uno de los ascensores del metro de Barcelona /
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