Ha recalado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el último giro de Tintín en el exprimidor de limones, porque parece que aún queda zumo, una exposición que nació en 2016 en el Gran Palais de París, titulada entonces simplemente como ‘Hergé’, y que ha viajado desde entonces por el mundo casi tanto como el personaje que le hizo célebre, de Shanghái a Quebec, pero que no tiene previsto, vaya, visitar la que fue la más tintinóloga de todas las ciudades españolas, Barcelona, como si esta fuera hoy la desaconsejable Borduria. No es ni un consuelo, pero queda la opción de volver a hojear aquella edición pirata y apócrifa que en 1984 se publicó en esta ciudad y se vendió sin obstáculos de ‘copyright’ en las tiendas especializadas, ‘Tíntín en Barcelona’. A Hergè se le atribuyó en vida una juliovernesca capacidad de anticipar el futuro, y ese ejemplar, aunque de pésima factura y peor argumento, satisfizo esa función.
Barceloneando
Cuando Tintín llegó en crucero a Barcelona
Recala en Madrid la última gran exposición sobre Hergé y no en la ciudad que le idolatró, pero queda como consuelo que aquí fue en 1984 crucerista, travestido y turista
Tintín y Milú arriban a Barcelona en 1984, con un ’skyline’ de la ciudad bien distinto al actual. /
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