Hubo un tiempo en que un payaso fue el artista más bien pagado de Europa. Se llamaba Adrien Wettach, era suizo, nació en 1880 y era conocido por todos como Grock. Aunque infinitesimal, verán que aquella celebridad, a través de una deliciosa anécdota, guarda relación con esta edición de La Mercè en la que la gran novedad de la jornada ha sido el estreno del Parc de l’Aqüeducte como nuevo escenario de la fiesta mayor. Qué gran acierto. El propósito era llevar La Mercè a los barrios de Ciutat Meridiana, Vallbona y Torre Baró y, en un circense más difícil todavía, llevar también hasta allí a vecinos del resto de barrios de la ciudad. Los había y algunos reconocían que era la primera vez que pisaban aquella maltratada esquina de Barcelona a la que la Generalitat pujolista, cuando se decidió por fin a que tuviera metro, se lo hizo casi de Lego. La organización de a Mercè ha decidido desembarcar allí a lo grande y, para ello, ha optado por una de sus platos estrella, de la mano de Jaume Mateu ‘Tortell Poltrona’, nada menos que Pallassos sense Fronteres, no solo una oenegé, sino casi una oenegé de las oenegés, como luego se contará junto a lo de Grock.
La mayor fiesta mayor
La Mercè sense Fronteres maravilla en Ciutat Meridiana
La descentralización de la fiesta corona otro 'ochomil', retrata al barcelonés como un público entusiasta y deja pendiente el debate sobre los incidentes nocturnos
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