La única pista a simple vista para distinguir en Barcelona a un crucerista de los turistas alojados en la ciudad o de los excursionistas de un día recién llegados en tren o autocar desde un hotel de la costa, es el cartelito de la naviera que algunos llevan en el pecho si forman parte de una visita guiada. Por lo demás, unos y otros recorren a diario con fruición los iconos y reclamos locales. Sin embargo al crucerista se le ha asignado este verano un cierto papel de malo de la película, por su presunto efecto masificador de la Rambla o el Gòtic, según la alcaldesa Ada Colau. ¿Es más invasivo que otros viajeros? Las cifras y dinámicas que les atribuye como argumento para recortar esta actividad son cuestionadas por la estadística oficial del Port de Barcelona, datos de operadores e informes realizados en los últimos años por organismos independientes. Empezando por un descenso de afluencia este año.
Actividad a debate
El plan de recorte de los cruceros en Barcelona contrasta con un año de caída de pasajeros
El sector, aún afectado por la pandemia, replica las cifras con las que Colau reclama unos límites que se debatirán a partir de septiembre
Los operadores argumentan que el crucerista que solo toma Ciutat Vella no es mayoritario y que se trabaja para redistribuirlo
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