Es muy probable -no sería mala idea ponerse a contar- que en algunas calles de Barcelona ya estén circulando más bicicletas y patinetes que coches y motos. Años atrás, la movilidad por los carriles bici era fluida, y solo se veía entorpecida por una sincronización semafórica pensada para los vehículos a motor. Coger la Diagonal a pedales, por ejemplo, ha sido siempre un drama, porque si el coche avanza más o menos ágil, en función del tráfico, la bici sabe que tendrá que parar en Muntaner, en Balmes y en paseo de Gràcia. Con la pandemia, y el crecimiento de la infraestructura, el uso de la bici y de los vehículos de movilidad personal (VMP) se ha disparado, hasta el punto de que algunos viales ciclables sufren congestión durante las horas punta.
Modelo de ciudad
La congestión ciclista en Barcelona abre el melón de las calles bici
El ciclismo urbano ha crecido un 18% en dos años y un 55% en una década. El ayuntamiento, tras consolidar la red ciclable, tiene un doble reto: destinar espacios más generosos a la movilidad activa e incluir la visión de los niños en los desplazamientos en bici
El bicibús de Sarrià-Sant Gervasi, el viernes 17 de junio, avanzando por Via Augusta /
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