Ana se emociona al volver a hablar y revivir lo sucedido. Las lágrimas humedecen su mascarilla quirúrgica y los interlocutores con los que comparte una pequeña mesa redonda le permiten ese espacio. Aquí -y esta es una de las peculiaridades del lugar- llorar no incomoda. Muchas veces es necesario. Liberador. “Una de las cosas que llevaba mal es que mi madre siempre me dijera que no llorara. Sentía que no se me permitía”, explica Marc, su hijo, sentado a su lado frente a los mediadores Curro Palacios y Gala Montseny. Ana y Marc son eso, madre e hijo. No son sus nombres reales, pero en esta historia cuáles son sus verdaderos nombres es lo de menos. Ana y Marc son también vecinos de El Prat de Llobregat y usuarios del Servei de Mediació Comunitaria del municipio, uno de los primeros del Estado, creado hace ahora 25 años (este 2022 están de aniversario).
HISTORIAS METROPOLITANAS (19)
Un cuarto de siglo aprendiendo a escuchar(se)
Ana y Marc, madre e hijo, superaron su doloroso distanciamiento con ayuda del servicio de mediación comunitaria de El Prat. Son dos de las 8.000 personas que han pasado por este espacio en el que desde hace 25 años intentan resolver a diario conflictos vecinales o familiares (ninguna de las dos cosas se elige).
Una madre y un hijo en el servicio de mediación de El Prat de Llobregat. /
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