Modelo urbanístico

Plan de usos del Eixample: Barcelona debate cómo evitar la ciudad de las dos velocidades

La futura ordenación de la restauración y el comercio en el distrito a raíz del proyecto de 21 ejes verdes se dirime entre la protección de la identidad y el peligro de tratar a los seis barrios como un bloque homogéneo

Terrazas en la acera de Enric Granados que ofrecen ’fresh healthy food’ y ’organic juices’ / Jordi Cotrina

El Eixample nació con vocación de igualdad. Ildefons Cerdà dibujó su plan de ensanche de Barcelona desde el Besòs hasta Montjuïc con la idea de que no hubiera diferencias entre los barrios, con el deseo de que la calidad de vida fuera tan universal como homogénea. Distribuía parques, iglesias y estaciones de tren; con una gran plaza en el centro, Glòries, que acumula 160 años de infructuosos inventos. No contaba el urbanista, o quizás sí pero eran factores que escapaban a su lápiz y a su generación, con que aquella ciudad dentro de la ciudad terminaría generando compartimentos estancos. Núcleos con vida propia vinculados a equipamientos (mercados, sobre todo), la movilidad, la cercanía al mar o a las fábricas o a la huella de los que, como Antoni Gaudí, Lluís Domènech i Muntaner o Josep Puig i Cadafalch, se encargarían de dar forma a su estructura urbana. El Eixample surgió para aliviar la insostenible situación social y sanitaria de la vieja Barcelona amurallada. En 2022, en cambio, lucha por su propia supervivencia con muchos frentes abiertos para intentar mantener su identidad: envejecimiento de la población, tráfico desatado y monocultivo comercial, turístico y de restauración. Cómo conseguirlo es lo que está sobre la mesa.