Estos días es Manuel el que, por la mañana y por la noche, se encarga de abrir y cerrar el parque. Vive en uno de los edificios que flanquean este solar que linda con las vías del tren, en la isleta que forman las calles de Sancho de Àvila, Pamplona, Tànger y Zamora, en el barrio del Parc i la Llacuna del Poblenou. Un lugar objetivamente feo, con cuatro bancos, deshilachado urbanísticamente. Provisional, según el distrito de Sant Martí. Un imán de todo lo peor, según los vecinos. Que Manuel sea el sereno, que suya sea la tarea de gestionar la valla, es el resultado de seis años de cabezazos contra la Administración. Todo empezó con el botellón y el incivismo, el no dormir y sentirse inseguro, y ha terminado con los residentes pagando el muro de acero y, por ahora, gestionando su acceso.
Movilización vecinal
El botellón y el incivismo devuelven el sereno al Poblenou
Los vecinos de varios edificios vallan un interior de manzana para poder descansar por las noches. El parque es de titularidad pública y denuncian las trabas municipales y los seis años de batalla para lograr cerrar el espacio
Manuel y Patrick, dos de los serenos de la valla de la comunidad de vecinos de Sancho de Àvila, junto a la valla que acaban de estrenar /
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