Hace apenas unos meses, Antonia L. dejó atrás medio siglo de recuerdos en su piso de alquiler del Poble Sec, con el corazón en un puño, el miedo a un cambio de hogar y domicilio a sus 73 años, y una sensación de impotencia que la estaba consumiendo hacía meses. La mujer calcula que habría pagado varias veces el valor de la vivienda, ya que hace muchos años que el administrador les actualizó la renta. Después de tanto tiempo, abonaba ya casi 900 euros por cien metros cuadrados casi de origen, asumiendo ella cualquier reparación y sin que la cuota dejase de crecer: que si un porcentaje por continuas derramas, que si la parte correspondiente de portería (incluso después de que esta desapareciera), que si el IBI, ascensor y todo tipo de suplemento posible. Al final tiró la toalla, cuando esa renta estaba a punto de arruinarla.
El problema de la vivienda
Historias para no dormir de propietarios e inquilinos
Una arrendataria y un arrendador ilustran sus malas experiencias vinculadas a los que fueron sus hogares
Son casos minoritarios pero que afectan al mercado del alquiler y al arraigo en los barrios
Movilización para impedir un desahucio de una madre con tres hijos la semana pasada en Barcelona. /
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