La gente está muy apurada y en la calle se nota. Dos años de pandemia han resultado agotadores. Y cuando se empezaba a dar la espalda a la crisis sanitaria, no porque ya no haya covid, más bien porque todos están muy cansados de hablar del tema, de llevar mascarilla, de tener un ojo siempre atento a que nadie le tosa cerca, llegó la guerra. Y ahora, no es solo lamentar la tragedia humanitaria, es vivir a distancia sus efectos económicos. Un día a día alterado por las subidas de precios y la amenaza del desabastecimiento, sin mencionar ese riesgo latente, que, vale, seguro que no pasa, del holocausto nuclear.
Incremento sin precedentes
Recorrido por las gasolineras de Barcelona: de crisis en crisis hasta la angustia del combustible
Los barceloneses asisten exhaustos al enésimo problema en dos años de tensión: el precio desorbitado del combustible
Juan Duque, en la gasolinera ’low cost’ de la calle de Badajoz, en Barcelona, este jueves. /
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