Es la tormenta de vaso de agua de este mes. El Ayuntamiento de Barcelona ha rechazado una estrambótica propuesta que se había hecho llegar al Consejo de Arte Público, el jurado de expertos que analiza qué esculturas merecen exhibirse en las calles, plazas y parques de la ciudad. En este caso lo propuesto era un Copito de Nieve robótico de tres metros de altura. Hasta montaron un change.org para obtener respaldo. La tormenta no ha sido porque el coste de la erección fuera de 1,5 millones de euros que, según el promotor, debían ir a cargo de las arcas municipales, sino porque en su respuesta de rechazo el Consejo de Arte Público apostilló que, “a pesar de que la figura de Copito de Nieve pueda resultar amable y despertar simpatía, al final fue el resultado del colonialismo en Guinea Ecuatorial”, algo que no es incierto, pero hay que recordar que esta ciudad suele vivir a solo un grado de la ebullición política, osea que de antemano era intuible que habría lío. Pobre Copito, tratado como si fuera un Marqués de Comillas o un Leopoldo II de Bélgica, pero, he aquí lo singular, ni siquiera esto es lo peor que le ha pasado a aquel gorila icónico una vez muerto.
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Lo peor que le ha pasado a Copito...
Ha decaído con inesperados argumentos municipales la idea de dedicarle un robot al gorila albino en Barcelona, pero no ha sido eso lo más anómalo que le ha ocurrido 'post mortem' a aquel icono de la ciudad
Copito de Nieve, con esa mirada tan humana que le confería el blanco de sus ojos, otra anomalía causada por su albinismo. /
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