Cualquier ‘foodie’ o adicto a probar las novedades gastronómicas de Barcelona tiene parada obligatoria (y continua) en Sant Antoni, convertido ya hace unos años en barrio de moda para el vermut, el tapeo, las cenas o los tragos a cualquier hora. Es difícil estar al día de los estrenos y los relevos, que casi siempre avanzan hacia interiorismos de diseño, platillos coloridos, camareros estilosos y ambiente cosmopolita, en especial a partir de los jueves por la tarde. Un escenario en el que los humildes bares de comidas con solera tienden a extinguirse al dictado de las subidas de alquiler o las jubilaciones, con un limitado puñado de supervivientes en los que aún es posible sentarse a la mesa o barra por poco dinero y con mucho salero y sabor casero.
Esencia de barrio
Un puñado de bares con solera sobreviven al Sant Antoni de moda
Pequeñas bodegas o casas de comidas mantienen recetario tradicional, identidad y precios populares en uno de los barrios con más desembarcos gastronómicos de Barcelona
Javier Caballero, al frente del Bar Bodega Gol, muestra algunos de sus platos estrella: surtido de ’closques’, fricandó de carrillera y ’cap i pota’. /
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