Ha muerto Oriol Bohigas, un arquitecto en las antípodas del calatravismo, si por ello se entiende que en esa faceta profesional pocas veces buscó la monumentalidad, como si de la escala y de las formas, y de la calidad de los mármoles y del tamaño de los arcos de metal, se pudiera deducir el tamaño del ego del autor del proyecto. No era su caso. Apenas han pasado 24 horas de su plácido deceso, en casa y en compañía de su familia, y la mejor manera de afrontar un segundo y merecido obituario (el primero, ‘El amante de Barcelona’, intentó ser un compendio de 95 años de vida, que no es poco) tal vez sea compartir un café con Salvador Matas, arquitecto, como Bohigas, pero, sobre todo, inquilino desde hace 30 años de un ‘bohigas’, es decir, uno de sus primeros y más representativos edificios residenciales, en el número 50 de la calle Escorial de Barcelona. Es, vaya esto como anticipo de la conclusión final, una obra que, aunque una placa recuerda justo en la entrada que es premio FAD de 1962, conserva aún una exquisita modernidad.
Adiós a una figura inimitable e irrepetible
El placer de vivir 30 años en un 'bohigas'
Salvador Matas, arquitecto e incluso alumno en su día de Bohigas, en lo que podría considerarse un homenaje póstumo, nos abre las puertas de Escorial 50, su hogar y hermosa obra del fallecido
Salvador Matas, en el salón de su piso, suelo hidráulico y paredes de hormigón, una obra que en 1962 obtuvo el galardón FAD. /
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