El ritual es el mismo prácticamente todos los días. Baja despacito de la pensión en la que vive en el Raval con su taburete oscuro y su bastón blanco, cruza la céntrica calle y anda unos metros hasta la panadería en la esquina de la calle de Hospital con Riera Baixa, donde deja la banqueta y se sienta a pasar las horas. Todas. El próximo mes de mayo hará tres años que llegó al barrio y a la ciudad, y hace uno que duerme en la misma pensión en unas condiciones muy precarias, sin alternativa. Todos los vecinos saben dónde encontrarla; habita siempre, discreta, la misma esquina. Algunos se acercan a llevarle algo de comida, otros a pagarle un café o una pasta del horno que es prácticamente su casa o a darle alguna moneda, el único dinero con el que cuenta esta mujer argelina de 46 años sin papeles, invidente y sin entender ni hablar castellano. "Vine sola con un visado por enfermedad, tras perder la vista cuando murió mi padre", explica la mujer con la cabeza baja, arropada por Fátima, su vecina e intérprete y uno de sus principales apoyos.
HISTORIAS DE LA CIUDAD DESIGUAL
El Raval pide una solución para Malika, la mujer ciega que pasa las horas frente a la panadería
La argelina llegó a Barcelona sola hace tres años con un visado de enfermedad y vive en precario en una pensión por la que paga 20 euros la noche, dinero que reúne gracias a la solidaridad vecinal
Desde la plataforma vecinal Raval Rebel interpelan al Ayuntamiento de Barcelona para que busque soluciones imaginativas y valientes para sortear la ley de extranjería y ayudar a la mujer
Malika, frente a su refugio en la panadería en la calle de L’Hospital, en el Raval. /
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