Lo más probable es que la Barcelona de 2030 hable de la Barcelona de 2021 con cierta nostalgia y una media sonrisa. Ahora, cuando se ha puesto de moda hablar de 'ciudad en decadencia', están sobre la mesa los asuntos de fondo capaces de cambiar el rumbo de una metrópolis. Tapados entre polémicas más políticas que reales, flotan los debates sobre la movilidad, el urbanismo, la limpieza, la gestión de residuos, el metabolismo metropolitano o el modelo económico. Y de fondo, el ambiciosos objetivo de conseguir que la capital catalana sea un lugar sostenible, habitable; más allá de que así lo requiera la Unión Europea en esta larga descarbonización de las grandes urbes, que ocupan el 2% del espacio terrestre pero son responsables de más del 60% de las emisiones contaminantes. Al margen de lo que se pueda hacer, de las decisiones políticas o los movimientos sociales, está la inercia de la crisis climática. Y hay ciertas cosas que parecen seguras, como la reiteración de fenómenos meteorológicos cada vez más poderosos o la batalla por el agua ante la escasez de lluvia.
El futuro de la capital catalana
Barcelona 2030: batalla por el agua, temporales, canícula estival y... ¿menos coches?
La ciudad afronta muchos retos que dependen de la voluntad política y social, pero tiene ante sí un desafío ineludible: los efectos nada halagüeños de la crisis climática
Un par de turistas se hacen una foto con el oleaje del temporal Glòria sobre Barcelona, en enero de 2020 /
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