La ciudad de los 15 minutos no es un descubrimiento de la pandemia porque ya se expuso en la conferencia del clima de París, en 2015. Es además, más que un invento, una posible vacuna a un diseño urbano deshumanizado que en buena parte se explica a través del papel que el automóvil y la industrialización han jugado y juegan en la sociedad. Porque con el coche se llega a todas partes, y aquí los barrios residenciales, ahí a lo lejos los núcleos de oficinas, y más allá, las fábricas. París es la ciudad abanderada de este nuevo paradigma de la mano de la alcaldesa Anne Hidalgo, empeñada en crear una capital policéntrica en la que la mejor movilidad sea la que no se hace porque ha dejado de ser necesaria. Crisis climática, pero hay mucho más: todo lo esencial para el bienestar de la sociedad queda a ese cuarto de hora a pie o en bicicleta. A este lado de los Pirineos el debate se ha centrado más en la transformación urbanística. Primero las supermanzanas y ahora los ejes verdes en el Eixample. ¿Pero es posible o tiene sentido una Barcelona de los 15 minutos? ¿Nos basta con la Barcelona de los 73 barrios?
LAS METRÓPOLIS DEL FUTURO
La Barcelona de los 15 minutos
París trasciende a las supermanzanas con un proyecto que defiende la ciudad policéntrica en la que todo lo necesario para el bienestar social esté a un cuarto de hora de casa. Aquí, con los barrios que fueron pueblos, parece un plan mucho más plausible
Ambiente en la supermanzana de Sant Antoni, junto al mercado, a principios del mes de marzo /
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