Todo lo nuevo tiene unas perspectivas. También el urbanismo, que primero se presenta en forma de dibujo virtual, objetivos, participación ciudadana, diseño, y luego, al desplegarse de verdad, choca, o más bien dicho, se enfrenta, con el mundo de la calle. En este caso con la Barcelona real. Es, de hecho, un buen ejercicio para medir hasta qué punto los políticos proyectan con sentido del realismo. O para saber hasta qué punto la ciudadanía transforma las cosas con sus buenos y malos hábitos. La supermanzana de Sant Antoni, por ejemplo, el adalid de la cosa, el núcleo del que bebe el plan de ejes verdes del Eixample. Aquello es un remanso de paz tocado, además, por la gracia de un mercado municipal. Pero no deja de ser vía pública, y eso significa convivencia, compartir el espacio, prisas. De cómo las personas dialogan con el nuevo urbanismo.
URBANISMO
La cara B de las supermanzanas
Las calles pacificadas en Sant Antoni demuestran que la mayoría de deficiencias, al margen de un mantenimiento quizás insuficiente, se explican a través del incivismo
Durante toda la mañana, las calles de la 'superilla' albergan a numerosas furgonetas de reparto mal estacionadas
Uno de los alcorques situados en una entrada del mercado se ha convertido en un cenicero con más de 100 cigarrillos consumidos
Dos vecinas descansan en unas sillas en Tamarit, junto a un coche mal aparcado /
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