En una tienda de superlujo del tramo alto del paseo de Gràcia (que no se detalla para evitar tal vez un despido), un vendedor se entretiene con su móvil, apoyado en un mostrador. Es una imagen insólita en establecimientos que, gracias al reclamo internacional de la ciudad, suelen trabajar fluidamente y con una facturación de muchos dígitos. Pero desde hace meses el turismo brilla por su ausencia, y esos otros compradores llegados de media Catalunya que a veces se dan un capricho (en conjunto, un 54% de clientes no locales) también han dejado de venir sea por las restricciones perimetrales contra la pandemia, o por la guerra al coche que ha declarado el ayuntamiento. Tampoco están para muchas alegrías los barceloneses, ni ayudan las restricciones que obligan a cerrar toda tienda no esencial los fines de semana y que mantienen clausuradas a diario las de más de 400 metros cuadros.
Efectos de la pandemia en el comercio
El largo 'stand by' del paseo de Gràcia
El eje más cotizado de Barcelona resiste como un gran escaparate pese a la triple ofensiva que suponen la ausencia de turistas, el cierre obligado de los comercios grandes y las limitaciones horarias
La zona nunca había tenido tanta rotación de locales, aunque exhibe más pulmón que cualquier otro eje del centro de la capital catalana
Cartel que anuncia la nueva apertura de Sephora, en el número 37 del paseo de Gràcia. /
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