Cristina L., vecina de Sants, ha regresado a la Boqueria tras ocho años de alejamiento voluntario. "La última vez que fui me costó 10 minutos llegar al segundo pasillo. Estaba tan masificado que me dije que nunca más volvería", rememora. A Francisca Gabaldà, una institución en materia 'menuts' o casquería (cruda y cocinada casi con varita mágica por su hija Rosa) le dan ganas de "poner una alfombra roja a cada antiguo cliente que vuelva. Habría que pedirles perdón", opina. Esa escena, ese reencuentro, es acaso uno de los mejores momentos de la nueva vida de la Boqueria. Dibuja una lenta reconciliación ciudadana con el mayor mercado de la ciudad, aunque se produzca a costa de una pandemia y una caída de la facturación media del 70% que ha dejado en erte a muchos empleados.
Efectos de la pandemia
La nueva vida de la Boqueria
La desaparición del turismo ha obligado al mayor mercado de Barcelona a dar marcha atrás en su modelo y operar como el resto de la ciudad
En conjunto se ha perdido un 70% de negocio, aunque se ha reconquistado a una pequeña parte del antiguo comprador local
La Boqueria, ahora con más oferta tradicional y menos productos destinados al turista, el pasado viernes. /
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