La ciudad es un gran cementerio. Tal cual. Pero que nadie se asuste. La sentencia obedece a que desde tiempos remotos el llano de Barcelona ha estado ocupado en mayor o menor medida. Huelga decir que todos los que han muerto o vivido por estos lares han sido enterrados aquí de una manera u otra. Y ahí siguen. Así, pasear por la zona que se abre entre Via Laietana y el paseo del Born es pisar necrópolis paleocristianas. En el subsuelo de la plaza de Antoni Maura, por ejemplo, hay una tumba que se cree podría haber alojado a un obispo por su ornamentación. No es visitable, pero se mantiene. Aunque no todas las zonas pretéritas de descanso eterno han tenido tanta suerte. Algunas han desaparecido bajo los cimientos del progreso: poco queda de lo que fue cementerio judío medieval en Montjuïc, ahora Campo de Tiro y Mirador del Alcalde con pavimento que incluye una estrella de David como memoria. Y otras, han visto solo temporalmente la luz: durante la construcción del párking del Born se encontró una ‘maqbara’, una necrópolis musulmana, con 20 sepulturas mirando a la Meca, pero que fuera la única que se conocía (y conoce) en Barcelona no evitó que se le echara tierra encima. Eran tiempos preolímpicos de poca sensibilidad arqueológica y mucha necesidad urbanística.
PASADO Y PRESENTE
Morir en Barcelona
En Santa Caterina había necrópolis paleocristinas y el único cementerio musulman medieval encontrado está bajo el Born
Un libro repasa la cultura funeraria en Barcelona desde el siglo VI antes de Cristo, fecha de la primera inhumación conocida
’El beso de la muerte’, de Jaume Barba, la escultura más conocida del cementerio de Poblenou. /
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