BARCELONEANDO

Huir de la plaza de Catalunya

El espacio es tan desastroso que parece hecho a posta para cruzar a toda prisa hacia Portal de l'Àngel

El lugar tiene todos los clásicos: gentrificación comercial, urbanismo táctico y señoras que andan deprisa

El paso de peatones que va de plaza de Catalunya a Portal de l’Àngel, con un paloma marcando terreno / FERRAN NADEU

Es fácil que si te detienes en los detalles, si paras y observas un buen rato, llegues a la conclusión de que la plaza de Catalunya es un auténtico desastre. Porque está rodeada de calles con un evidente exceso de carriles. Porque la ancha acera de lado mar drena mal el agua de la lluvia, tiene baches por todas partes, un par de cabinas de teléfono que parecen ‘transformers’ de resaca, una incómoda parada de bus y la entrada a un aparcamiento subterráneo con el mismo aspecto que en los años 70. Porque la parte central es un volquete de palomas que se ponen locas con cualquiera que se lleve la mano al bolsillo. Porque alguien pensó que el núcleo moral de la ciudad era un buen lugar para albergar la parada de origen y final del Aerobús. Porque no queda rastro alguno de los locales que en una determinada época le dieron algo de gracia, como el Bar Lemans, el Café Ribas, el Salón Rigat o el Restaurante la Cala. Vale, sí, queda el Zurich, más para quedar que para tomar algo. En definitiva, este es un lugar históricamente mal resuelto. Pero tiene, dentro de tanta desdicha, un paso de peatones que podría considerarse de los más míticos de Barcelona: el que conduce a Portal de l’Àngel, el primer eje comercial que expulsó al coche de sus entrañas. Es la entrada a Ciutat Vella, pero también el tubo desde el que resulta difícil no volver a cruzar el manto rayado con una bolsa en las manos. Quizás todo sea un montaje: huye de la plaza, ¡compra!