Hay una relación causa-efecto cuando se inicia una obra. Sea en la calle o en un edificio, el entorno inmediato ve cómo su vida se altera. Su rutina de movilidad ya no es la misma, ya sea porque están reparando el ascensor y hay que subir a pie o porque están modificando carriles y aceras e ir en coche, en bici o a andando ya no es como antes. Eso es precisamente lo que está sucediendo en Aragó, donde se ha empezado a pintar un carril bici que reducirá a cuatro el número de pasillos para el vehículo privado. Por ahí pasan a diario 80.000 coches que ahora tendrán un 20% menos de espacio. Lo inmediato será una situación de estrés vial, como la de la mañana de este lunes; una sensación de colapso (o de más colapso). Y lo lógico, o eso es lo que suele suceder, es que el tráfico se disemine por el resto de la ciudad. Otra cosa es que la tónica también aplique en la calle más inhumana de la capital catalana.
LA NUEVA MOVILIDAD DE BARCELONA
El coche choca con una calle de Aragó menos ágil
La instalación de un carril bici complica el tráfico en la arteria, que ya perdió un vial para el bus el año pasado
La autopista urbana habrá perdido un 33% de capacidad para el vehículo privado en menos de 2 años
Colapso de vehículos en la calle Aragó por las obras del carril bici, este lunes. /
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