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Ferrocarrils estrena los trenes del silencio por si la cháchara, como sospechan ahora las autoridades santitarias, son otro medio de transmisión del temible coronavirus

Uno de los convoyes ya ’logotipados’, en la estación de plaza de Catalunya, / JORDI COTRINA

Crítica de transporte público. Si las hay de cine, teatro, literatura y hasta de cocina, qué menos que reseñar también las novedades en movilidad. Para esta primera incursión en el género era casi una obligación comentar el estreno de los nuevos trenes silenciosos de Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya, que no es que rueden sin fricción, chirrían como siempre, sino que (esa es la petición expresa de las responsables del servicio) hay que entrar en los vagones con la misma actitud que los monjes trapenses pasean por el claustro de sus conventos, o sea, sin decir ni amén. La medida se supone que es la enésima contribución a la causa común que se exige a los ciudadanos para contener la expansión de la pandemia de covid-19. La cháchara, incluso con mascarilla, parece que es portadora de virus. Pues vaya. Pues nada. Toca visitar los ‘ferrocatas’ y hacer la crítica de este estreno.