Lo que no se ve, como el coronavirus, tanto puede crear negacionismo como miedo irracional. En el metro de la L1 que pasa por Glòries a las 8.30 horas del 27 de octubre se puede comprobar hasta qué punto el covid ha alterado el ambiente en el transporte público. A pesar del teletrabajo, la crisis que ha degollado miles de empleos y la emigración hacia otros modos de desplazamiento considerados más seguros, el convoi presenta un aspecto inquietante en tiempos de pandemia. La mascarilla no se discute, pero la distancia no se cumple en ningún caso. El silencio, la ausencia de conversaciones, la sucesión de noticias sobre el aumento de contagios que los viajeros leen en sus móviles. Pero por encima de todo, el hecho de tener, codo con codo, a un montón de personas de las que no sabes nada. De las que, de hecho, solo te interesa una cosa: ¿están infectados? Desde el 'back office' de TMB se intenta aliviar ese malestar. Con la limpieza integral e intensa de todos los trenes durante la noche. Con la colocación de dispensadores de gel en las estaciones. Y con un sistema de ventilación que permite renovar el aire cada dos minutos y medio. No sé ve el virus y tampoco se ve cómo se le combate.
MOVILIDAD SOSTENIBLE
Así se renueva el aire dentro del metro
TMB admite aglomeraciones en hora punta pero blande el uso masivo de la mascarilla y la limpieza integral
El ambiente se recicla cada dos minutos y medio y los viajeros no pueden desproteger su boca para comer
Los trenes de Rodalies, y también el metro, aumentan la frecuencia de su limpieza durante la pandemia /
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