Barcelona pasó a la fase 1 del tablero de la pandemia el 25 de mayo. No se podía salir del municipio, pero sí llegaba, al fin, el esperado tránsito del hogar hacia la calle, que incluía la apertura de tiendas y locales de restauración, aunque con restricciones. Cinco meses después, la capital catalana experimenta un curioso 'déjà vu' en sentido opuesto, sin tanta sensación de jaula pero con el temor de que ahora estamos a las puertas de volver al confinamiento. El cierre perimetral impuesto por el Govern, aliñado por el toque de queda de 22 a 6 horas y el resto de cosas prohibidas o cerradas, han derivado en un fin de semana de vida al aire libre, sobre todo en Collserola. Ha ayudado mucho el tiempo primaveral, pero más lo ha hecho esa sospecha de que, en nada, nos vuelven a meter en casa.
EL AVANCE DE LA PANDEMIA
Barcelona huele a confinamiento
Del mismo modo que tomamos Collserola cuando nos dejaron salir, la escalada de restricciones y el temor a un nuevo encierro vuelven a llenar la montaña de gente
Ambiente de ciclistas y corredores, la mañana del sábado, en la carretera de las Aigües /
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