La historia de Barcelona puede contarse a través de Collserola y su entorno. Durante la postguerra, desde todas las laderas subían jóvenes para talar árboles y así calentar sus hogares. En la carretera de la Arrabassada, entre los años 1922 y 1983 se organizaron pruebas cronometradas de coches, las subidas en cuesta, que eran el reflejo de lo que el mundo del motor ha significado para la ciudad. Los merenderos eran la segunda residencia de la gente normal, y las viviendas autoconstruidas a partir de los 60 pincelaban un barraquismo menos provisional pero igual de vulnerable. Ahora, en el 2020, y ya como parque natural que acaba de cumplir 10 años, Collserola presenta un aspecto vigoroso a pesar de que los usuarios se han disparado tras el confinamiento. Más bicis que nunca. Y una novedad: mucho botellón.
BALÓN DE OXÍGENO METROPOLITANO
El milagro de Collserola
El parque natural mantiene el vigor a pesar del 'boom' de la bici y la irrupción del botellón tras el confinamiento
El pulmón de BCN no dará más alas al ciclismo de montaña y espera el 'ok' definitivo del Govern a su plan especial
Bicis y paseantes comparten espacio en la carretera de las Aigües, este sábado /
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