Los que le conocieron definían al pare Manel como “un hombre bueno de verdad”. Aunque él no explicaba la bondad con su persona sino poniendo a otros como ejemplo. Para él la bondad, afirmaba, era una señora mayor de Verdun que, pese haber sido atracada en repetidas ocasiones, cada vez que le veía le entregaba un billete mientras decía: “Diez euritos para los muchachos, padre...”. Los muchachos no eran otros que los jóvenes de Nou Barris a los que nunca abandonó, ni en la calle ni en la prisión. Sus visitas a la cárcel eran de precepto, aunque no figuren en los mandamientos de la Iglesia. No juzgaba. Ayudaba. Empatizaba. E intentaba comprender por qué sus muchachos delinquían. “En la prisión era muy querido y ha dejado una gran huella”. Lo afirma Victòria Molins, religiosa teresiana, que, como él, se dedica a predicar con el ejemplo.
un peronaje querido por todos
En el nombre del 'pare' Manel
El 'pare' Manel dedicó toda su vida a los presos y a los vulnerables de Nou Barris, y con su generosidad sedujo a artistas y famosos para que le ayudaran en su empeño
El ’pare’ Manel, en una foto de archivo, en el 2017. /
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