Mari Carmen grita "¡te quiero!" con suficiente energía como para que la escuche Trinidad, su madre, desde el balcón de la quinta planta de la residencia El Molí, donde vive desde hace casi cuatro años. "¡Yo también te quiero!", "¡y yo!", le responden no con menos energía desde otros balcones. La piña que han hecho los trabajadores tanto entre ellos -que sacan a los ancianos al balcón a respirar y a ver, aunque de lejos, y sentir, el calor de los suyos- como con las familias de los residentes -siempre en la puerta del geriátrico por si había que echar una mano- ha sido el mejor remedio para superar estos tremendos meses. Esto es la Prosperitat (Nou Barris) y en el barrio las cosas funcionan así. "Si aquí hemos podido, se puede en todas las residencias", añade convencida Rosina Padilla, como Mari Carmen González, miembro de la plataforma de familias El Molí y de la Coordinadora 5+1, creada para denunciar la deplorable situación en numerosas residencias de la ciudad, en las que han muerto más de 1.300 ancianos por covid-19.
LAZOS COMUNITARIOS
El Molí: la residencia a la que todos querríamos ir y el orgullo de 'La Prospe'
Trabajadores y familiares de este geriátrico de la Via Favència han creado una red de confianza mutua
Sacaban a los ancianos a los balcones para que sus familiares pudieran verles y mostrarles su afecto
Aplausos frente a la residencia El Molí, en Nou Barris, hace unos días. /
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