BARCELONEANDO

Réquiem por el semáforo 'terminator'

Un luminoso del cruce de Aragó con Balmes siguió funcionando a pesar de que los radicales lo quemaron

Ha sido uno de los símbolos más retratados de la revuelta, pero el ayuntamiento ha optado por retirarlo

El semáforo quemado de Aragó-Balmes, el miércoles de la semana pasada, con el frágil verde en marcha.  / CARLOS MÁRQUEZ DANIEL

Todo el mundo se queda atónito ante este símbolo de la revuelta. Porque trae a la cabeza lo sucedido en días pasados, pero sobre todo porque sigue funcionando a pesar de estar completamente calcinado. El semáforo del lado Besòs de Balmes antes de cruzar Aragó se convirtió la semana pasada en uno de los puntos más fotografiados de Barcelona, con permiso de los manidos clásicos de Gaudí. En poco más de 45 minutos, el pasado miércoles, más de 30 personas sacan el teléfono y lo retratan; negro, chamuscado, medio deshecho. Pero todavía pasando del verde al rojo, agarrado a la vida que finalmente se apagó el jueves, cuando la empresa concesionaria decidió retirarlo del servicio. Si ya no hay manera de salvarlo, ahí va este réquiem por el semáforo 'terminator'

El joven que atiende en el cercano Bar Provisional, donde cada mesita tiene un cáctus natural, cuenta que fue la noche del jueves 17 de octubre cuando el luminoso fue víctima de la ira de los radicales. Fue el mismo día en el que los ultras concentrados en la plaza de Artós camparon a sus anchas por el Eixample mientras los Mossos iban detrás suyo, convirtiendo los barrios de Cerdà en un episodio de 'Benny Hill'. Se evitó el choque frontal con los independentistas, pero bastó olfatearse para que la temperatura se disparara. Sobre las diez de la noche, el propietario del Provisional entraba mesas y sillas en el local para que no se usaran como arma arrojadiza. Tal y como hicieron en muchos otros cruces de la capital catalana, los mossos fueron retrocediendo y los de la capucha arrastraron los contenedores hasta el centro de la calzada para crear una barricada. Le prendieron fuego y las llamas subieron y se expandieron, y no solo el asfalto se resquebrajó, sino que los tres semáforos del perímetro se vieron afectados. Daños colaterales.

Foto para el recuerdo del semáforo calcinado / CARLOS MÁRQUEZ DANIEL

El que nos atañe quedó negro, con esas burbujas tan características del plástico quemado. Pero debajo de los discos llenos de ceniza podía distinguirse perfectamente que el rojo, el verde y el ámbar seguían arriba y abajo, abajo y arriba, y no dejaron de intercambiar su rol en ningún momento. Fieles al tráfico inexistente. Como el simpático robot de la peli 'Wall-e', obsesionado con recoger basura galáctica. O como los robots malos de 'Terminator', que a pesar de haber recibido palizas como si no hubiera un mañana, siguen repartiendo estopa. Hasta que se les apaga el piloto rojo del ojo y entonces ya no hay dios que los salve.

¿Pantalla superada? 

Adrià Gomila, director de Movilidad del Ayuntamiento de Barcelona, cuenta que durante estos días han perecido 75 semáforos. Se está tardando un pelín en cambiarlos porque hay un problema de estoc. "Hemos acabado los que teníamos y estamos esperando más", detalla. Nadie esperaba que la ciudad se convirtiera en una pantalla del 'Call of duty'. No hablamos de una pieza que haya que pedir a Alemania, sino de Tacse, una empresa con sede en Barcelona que tanto te suministra un luminoso vial como un paso a nivel o un sistema acústico para invidentes. El consistorio calcula que la broma de reparar elementos viales de la calle le costará a los barceloneses cerca de 200.000 euros. 

Reparación, el viernes, de otro de los luminosos de Balmes-Aragó / FERRAN NADEU

Pero volvamos al terreno. El semáforo, durante los días en los que mantuvo el tipo a pesar de las quemaduras de tercer grado que afectaban incluso al tronco, fue también un interesante termómetro sobre lo acontecido en las calles del Eixample más noble durante la semana que siguió a la sentencia de los 100 años. Bastaba con fijarse en la cara y el ademán del paseante, el conductor o el motorista para adivinar de qué pie calza en materia 'processista'. El hombre del traje viene negando la cabeza desde el otro lado del paso de peatones, con el gesto incómodo. El chaval de la manga corta y la carpeta de la UB sonríe disimuladamente, como quien recuerda el primer día de picar timbres y salir corriendo. La mujer que mueve el cráneo pero también esboza una media risa parece recordar sus carreras en los primeros 70. El taxista se indigna y lo comparte con el pasajero, que saca el teléfono y le tira una foto. La japonesa se regala una 'selfie' sin saber dónde está ni por qué. 

Y en la esquina, subido a una escalera, Pedro intenta colocar el cartel de un nuevo bar que lleva dos semanas intentando abrir. Lo regentan unos paquistanís, que, sin hablar ni jota de castellano, se hacen entender para explicar que están hasta los mismísimos de todo. "Los tengo contentos..., llevan esperando las letras una semana, pero siempre que venía, la Urbana o me echaba o no me dejaba pasar".

Sobre el futuro del semáforo 'terminator', por el momento reposa en un almacén de ETRA, la empresa concesionaria. Un portavoz del consistorio deja una puerta abierta a la recuperación de este símbolo: "Por ahora se queda, ahí y ya se valorará qué hacer con él". La peli de los robots lleva seis entregas, no hay que perder la esperanza.