BARCELONEANDO

Los primeros 50 años

La fiesta de aniversario de Anagrama volvió a reunir a la sociedad literaria barcelonesa cual cápsula espacio temporal

Ambiente en la fiesta del 50 aniversario de Anagrama, la semana pasada. / MARTI FRADERA

Las fiestas de Jorge Herralde son, además de un clásico de la sociedad literaria barcelonesa, una especie de cápsulas espacio temporales en las que a veces no sabes muy bien en qué año estás -el elenco tiene un punto de compañía estable-, pero te da lo mismo porque todo el mundo es muy simpático y está de muy buen humor. Tendría yo veintitantos años cuando acudí a mi primera fiesta de Anagrama y de Tusquets, y en ambos casos tuve la sensación de haber accedido a un agradable olimpo socio literario, pues, en mi condición de lector, era fan total de Jorge Herralde y Beatriz de Moura. También me sentí un poco como un intruso, para qué les voy a engañar, pues codearse con según quién a según qué edades afecta a los que nunca hemos andado sobrados de autoestima.

El pasado jueves, en El Principal de la calle de Provença, el tío Jorge tiró la casa por la ventana para celebrar el 50º aniversario de Anagrama, 50 años editando buenos libros, que se dice pronto. No solo había reunido allí a un buen número de autores españoles, sino que se había traído a varios extranjeros rutilantes como Richard Ford, Emmanuel Carrere, Jonathan Coe -al que entrevisté cuando publicó su primera novela, 'Menudo reparto', y con el que luego me crucé en Sitges cuando él formaba parte del jurado del festival de cine: nos reímos lo nuestro a costa de otro miembro del jurado, el director Ken Russell, por su costumbre de calzar sandalias con calcetines y por ir acompañado de una mujer más joven, vestida de ceñido pvc negro, que tenía una pinta de dominatrix que no podía con ella- o Hanif Kureishi -este llegó tarde a nuestra cita en su casa y me tuvo 20 minutos ante su puerta, empapándome con la lluvia, lo cual no contribuyó a que la entrevista fuera un éxito-.

En las fiestas del tío Jorge te encuentras siempre a un montón de amigos, conocidos y saludados, y la del cincuentenario no fue una excepción: Nuria Amat, Manuel Cruz, Eduardo Mendoza, Ignacio Martínez de Pisón, Sergi Pàmies, Ignacio Vidal Folch, Basilio Baltasar, Poldo Pomés, Sergi Doria -atención a sus columnas dominicales en ABC-, Cristina Fallarás, Cristina Fernández Cubas o Kiko Amat -seguro que me dejo a mucha gente, lo siento-, con el que siempre intercambiamos lo que yo llamo abrazo con redoble o abrazo café Gijón, saludo viril con muchas alharacas que es mi irónica versión de los que mi padre, el coronel De España, solía intercambiar con sus compañeros de armas.

Todo el mundo coincidía en que Herralde estaba en perfecto estado de revista tras unos recientes achaques de los que parece haber salido reforzado: tenemos libros y fiestas para rato. En el momento de los parlamentos, rompió fuego Carlo Feltrinelli, propietario de la editorial (así como de las librerías La Central), quien se mostró muy satisfecho por poder colaborar con Herralde y dijo que vendrían cincuenta años más de Anagrama, por lo menos, tras este primer medio siglo. Silvia Sesé, directora de la editorial, destacó su complicidad con el jefe, aunque le exija prácticamente llevar el logo de Anagrama tatuado en el cuerpo: la verdad es que su mezcla de continuismo e ideas propias le está sentando muy bien a la casa. Concluyó la cosa con un breve monólogo de Herralde, muy entretenido, en el que agradeció la fidelidad de los allí presentes, destacó el apoyo fundamental de su mujer, Lali Gubern, y hasta agradeció la presencia de las autoridades, aunque con una de sus habituales pullas: "Veo que se ha colado Ada Colau, no sé cómo lo habrá logrado".

Entre autores, editores, agentes, periodistas y demás, me topé con tres gloriosos supervivientes del 'underground' barcelonés: Nazario, Jaume Sisa y Javier Mariscal, que pronto se convertirá en autor de la casa; de momento, está muy ocupado acabando un libro sobre La Habana, con textos de Mauricio Vicent, que será el regalo que los reyes se llevarán a Cuba en un próximo viaje oficial. El regalito para los asistentes a la fiesta era un precioso catálogo de Anagrama que da cuenta de la estupenda labor llevada a cabo por Herralde y su equipo durante los últimos 50 años. Una tarea hercúlea, diría yo.