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La guerra de la bicicleta en Barcelona

La nación ciclista se siente en centro de la diana y se merece un desagravio ahora que cumple 229 años

Comienza la instalación de nuevo Bicing de Barcelona en la parada de La Maquinista. / ASLI YARIMOGLU

El título no pretende abrir una ídem con la nación ciclista de Barcelona, que no son poca gente. Si se empadronaran todos juntos, serían la cuarta ciudad de Catalunya. No hay un censo oficial, pero monegascos y andorranos suman juntos menos piernas que las de los ciclistas cotidianos de Barcelona: lo de juntar las palabras guerra y bicicleta en un mismo titular está justificado, como se verá después, pero el propósito inicial, todo hay que reconocerlo, es llamar la atención de los más beligerantes miembros de esta nación, que la semana pasada se tomaron a la tremenda un primer balance realizado en este diario sobre el paupérrimo éxito de la campaña municipal destinada a bajar las ruedas de las aceras. Bicis en Barcelona, eterno Verano azul, así se encabezada aquel texto que a más de uno le sentó como un pinchazo lejos de casa. Ha habido reacciones antipáticas por el tono, pero incluso entre estas había argumentos sólidos a tener en cuenta, así que esta es una oportunidad para dar conocer las réplicas, hacer una penitencia y, por último, ofrecer un presente como señal de buena voluntad.

Primero, la penitencia. Ha consistido en presenciar la instalación de la primera estación del nuevo Bicing, que parecerá poco sacrificio en una ciudad en la que los mirones de obras son también legión, pero es que eran las ocho de la mañana y la temperatura junto a La Maquinista era de cinco grados. Era una buena ocasión para observar en primera persona lo anunciado. Como si fuera la escudería de Hamilton, los operario llevan días cronometrando en un almacén cuánto tardan en llegar a la calzada en cuestión, descargar las plataformas, encajarlas y dejar el sistema informático listo para rodar. Presumen de que en 90 minutos, salvo que sea la hora del bocadillo, terminan una estación. A este ritmo, el viejo Bicing desaparecerá de las calles en abril.

El 'box' del Bicing, en la calle de Sao Paulo / AJOAN CORTADELLAS

Esa primera operación de box de Fórmula 1 ha sido un pim pam. Dirigía las maniobras Blake Perry, el canadiense que PBSC Urban Solutions ha mandado desde la sede central a Barcelona para que esta expansión de la red mundial de bicicletas de alquiler de la compañía sea perfecta. Han diseñado un modelo especial para Barcelona, de tal modo que si la versión eléctrica tiene más demanda de la prevista, los modelos de tracción muscular pueden ser adaptados sin mayores contratiempos. El chasis es el mismo.

El nuevo Bicing viene de Montreal, donde las paradas son de quita y pon. Cuando nieva, se las llevan al almacen

Las nuevas estaciones, a diferencia de las anteriores, no van ancladas en el suelo. No es por no dañar el pavimento, que no está mal, sino por una razón bien curiosa. En Montreal, el Bicing es literalmente de quita y pon. Con las primeras nevadas se recogen las estaciones y con la llegada de la primavera se reponen. Es como el maratón doméstico de cambiar la ropa de verano por la de invierno, pero a escala ciudadana.

El nuevo Bicing, por cierto, para los que tengan ganas de gustarlo, se estrena el sábado, de momento con una veintena de estaciones compatibles entre Nou Barris y Sant Andreu.

Segunda cuestión: responder a quienes se hayan ofendido por subrayar días atrás que las aceras son, o deberían ser, altares para peatones. La queja principal era que desde los medios de comunicación se tiene con la bicicleta un celo que no se muestra con otros medios de transporte más contaminantes, como motos y coches, y en el caso de estos últimos depredadores además del espacio público de la ciudad.

Touché de Barnabici cuando recuerda que más acera ocupan las motos, aparcadas sin respetar la norma, y no se las persigue igual

Podrían medirse los centímetros cuadrados de hemeroteca dedicados a uno u otro tema, pero no merece la pena este esfuerzo agrimensor. Mejor que eso es aceptar un certero touché de Barnabici, en la lista de los que se han quejado, porque sostienen con razón que la anchura de las aceras de la ciudad no es la que consta en los mapas, sino solo la que dejan los miles de motocicletas aparcadas en batería, todavía en algunos casos propiedad de tiendas que utilizan la calle como expositor, además de las construcciones ilegales de cientos de establecimientos de restauración, que cuando retiran las mesas y las sillas dejan ahí toda la noche los celadores de hierro y obra. Tiene razón Barnabici.

Toca, pues, un desagravio, una ofrenda, llámesele como se desee, pero los amantes de la bicicleta tal vez lo disfrutarán y, de paso, se justifica el belicoso título de artículo.

Documento

La definición de la bicicleta, en 1931

La cuestión es que, en unas estanterías olvidadas del archivo del diario hay, no queda muy claro por qué, una añeja Enciclopedia Espasa de 1931. Amarillea, no en el sentido periodístico del término, sino cromáticamente. Es un tesoro. Casi un vicio. Las entradas de la wikipedia son galletitas chinas de la suerte a su ladoA la bicicleta le dedica más de 16 páginas, que arrancan en 1790, cuando al antepasado del Bicing le llamaban celerífero. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol.

“Durante algunos años estuvo la bicicleta muy en boga, orgánizándose carreras de velocidad, resistencia, etc…, que lograron apasionar al público aficionado a los deportes. Hoy ha disminuido extraordinariamente el entusiasmo y la bicicleta ha pasado a ser un instrumento de pura utilidad, en especial para aquellas personas que viven lejos del sitio donde trabajan.” Eso, lo dicho, era en 1931.

El primer viaje del LSD fue en bici, pero para lisérgico, sin duda, lo que se decía de las dos ruedas en 1931 

Las páginas dedicadas a las ecuaciones que exponen los principios físicos del ir en bicicleta son solo aptos para matemáticos. Mejor dar un salto e ir directamente a los dos apartados más lisérgicos, calificativo oportuno pues, como se sabe, el primer viaje de la humanidad con el LSD fue a bordo de una bici, Albert Hofmann en 1943.

“Usos de la bicicleta en el Ejército”. Ese es el primero. ¡Qué joya! Al parecer, cada cuerpo del Ejército alemán se hacía acompañar en 1907 por 20 bicicletas motorizas, o sea, motocicletas, para hacer de mensajeros entre el cuartel y los puestos avanzados. Se los consideraba militares a todos los efectos “para evitar que sean fusilados si es que les cogen prisioneros”. En caso de ser heridos y resultar inválidos, percibirían 2.400 marcos.

El apartado dedicado a la “higiene de la bicicleta” no está mal, porque aconseja cómo evitar una nefasta prostatitis y recomienda no excederse en el uso de las dos ruedas porque hipertrofia el corazón.

Sin duda, este apartado no supera al dedicado a cómo montar en bicicleta. “Cuando se emprende una excursión en bicicleta es necesario llevar consigo un farol, una bomba, un neumático, una camisa de dormir (de seda), medias y pañuelos, una camiseta, un revólver y un mapa”.

En resumen, que sirva esta pieza arqueológica como pipa de la paz.