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Una reforma de TMB amenaza la antigua estación del funicular de Montjuïc

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Toni Sust

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La Exposición Internacional que Barcelona acogió en 1888 dejó como legado la remodelación de la Ciutadella. Cuatro décadas después tuvo lugar la de 1929, de la que los barceloneses heredaron el arreglo y organización de la montaña de Montjuïc y de la plaza de Espanya, amén de una deuda de 180 millones de pesetas y algún sobresalto: nadie fue ajeno a la onda expansiva del crack bursátil mundial que tuvo lugar mientras la capital catalana celebraba la feria. En resumen: el fenómeno no lo empezó el hoy tan aludido y elogiado exalcalde Pasqual Maragall, tan elogiado hoy que ya no es competencia para nadie, que suele ser cuando le llega el elogio general a la gente. El fenómeno era antiguo: Barcelona crece a golpe de evento desde el siglo XIX, por lo menos.

El hecho es que tanto con la primera exposición como con la segunda Barcelona ganó espacio que ofrecer a su gente y elementos de modernización. Uno de los frutos de la de 1929 fue el funicular de Montjuïc. El proyecto correspondió al ingeniero Emilio Echevarría y las estaciones, al arquitecto Ramon Reventós. Se construyeron dos tramos: el primero, de Paral.lel hasta Miramar, y el segundo, de Miramar hasta el castillo de Montjuïc. El primero llegó a tiempo, el segundo, acabado con retraso, fue inaugurado el 24 de julio, con la exposición iniciada. La jornada registró varios eventos, como una cena ofrecida a los periodistas de la que La Vanguardia dio cuenta destacando que su redactora, Mari Luz Morales, que con los años sería directora del rotativo, la primera mujer directora de un diario en España, se sentó "a la izquierda” del presidente del consejo de administración de la Sociedad Anónima Funicular de Barcelona, "el señor Balcells".

Escalera mecánica de caoba

En esa misma crónica, breve pero más que completa, se destaca la instalación de una escalera mecánica hecha en caoba que "da la sensación de gran riqueza y de una comodidad que el público ha de agradecer", y que salvaba un desnivel de 8,5 metros. En el tramo que lo llevaba desde ese andén, en Miramar, hasta el pie del castillo, el tren invertía en el recorrido "menos de dos minutos" a 14,5 kilómetros por hora.

Esa escalera, que llevaba desde la estación de Miramar hasta el andén desde donde el funicular salía para iniciar el segundo tramo y llegar al castillo, así como el propio andén, están hoy como fueron dejados en 1981, año en el que el funicular vio su servicio interrumpido por obras durante tres años. En aquella fecha se iniciaron los trabajos de rehabilitación del primer tramo, el de Paral.lel hasta Miramar pero el segundo ya ni se tocó: la competencia del teleférico, más práctico, fue letal para el tren inclinado. El tramo que sobrevivió vivió más renovaciones en 1992 y el 2005.

Ahora, 37 años después de quedar en desuso, tanto la escalera mecánica como el andén tienen los días 

Las escaleras mecánicas de caoba que llevaban al andén, quizá las primeras de BCN, desaparecerán si la reforma no varía

contados. En realidad, meses. En noviembre empezará una reforma de TMB, con un presupuesto de cinco millones de euros, que incluye la instalación de un vestuario y de una sala de lactancia para los empleados, así como de una salida de emergencia, una sala de baja tensión, una sala de recambios.

Para hacerlo, se alterará la estructura actual, y se harán pisos. El hueco por donde pasaba el tren será destruido. La salida superior hacia la vía se tapió hace años porque cada vez que llovía el agua inundaba el espacio.

Un difícil traslado

La decisión de TMB no ha gustado a algunos entusiastas del mundo ferroviario, que consideran que el antiguo funicular es un vestigio que debe ser conservado. La escalera mecánica podría ser la primera que se empleó en Barcelona, ni los más informados se ven capaces de descartarlo o confirmarlo. Las obras deparan un futuro ingrato a las escaleras: trasladarlas enteras, para colocarlas en otro sitio como estaban cuando funcionaban se antoja imposible, cuenta un empleado de la empresa. Las vigas que las sustentan están dentro de la cimentación de la bóveda. Los motores de las escaleras fueron retirados décadas atrás. En el espacio vacío, que TMB permitió visitar a este diario, apenas quedan un par de anuncios en las paredes: uno casi borrado de la casa Grima, de plaguicidas. Otro, más reciente y visible, de Muebles La Fábrica.

La empresa, subraya un portavoz, no aprecia un valor arquitectónico que aconseje mantener aquello como está. Una opinión que contrasta sobremanera con la de los entusiastas aludidos, que en su mayoría prefieren preservar sus identidades, y que consideran que la parte superior, la de la andana, es idónea para colocar una pequeña sala de actos, con un auditorio inclinado, instalado, por ejemplo, sobre una tapa transparente que permita ver el terreno por encima del que viajaba el funicular. La esperanza de los entusiastas es que según la previsión de las obras la piqueta llegará a la escalera y al andén al final del proceso, en un año y medio. Confían en que en los meses que faltan algo evite su final.

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Manuel Marina, que enseña los secretos ferroviarios de Metro, funiculares y ferrocarriles en Barcelona, recuerda que en su día solicitó poder mostrar también la estación amenazada y cómo le dijeron que por seguridad no podía ser, de momento. Y calcula que ya entonces, cuando le decían que se estaba estudiando un segundo uso para la estación, ya se contaba con hacer las obras que amenazan con destruirla, si nadie logra evitarlo. TMB insiste en no ver el drama y en que no hay un espacio alternativo en el que ganar metros cuadrados para los empleados. 

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