El Anfiteatro de Anatomía, el Rembrandt de Barcelona en 3D

La sala de las disecciones del Raval es la herencia palpable de la creación del Colegio de Cirugía

El Anfiteatro de Anatomía de Barcelona. / JULIO CARBO

“Mi autor favorito es el cadáver humano”, decía, provocador, Antoni Gimbernat (Cambrils, 1734 – Madrid, 1816). Y no mentía. Gimbernat, en cuyo honor y en el de su hijo Carles hay incluso una minúscula calle en Barcelona, fue uno de los primeros y más notables profesores del Anfiteatro de Anatomía de la ciudad, el aula en la que se diseccionaban los cuerpos tras la creación del Real Colegio de Cirujanos de Barcelona. Está en el Raval. Es una maravilla. La visita menos público del que en realidad se merece. Es la versión 3D y palpable de la Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp de Rembrandt, pero sin doctor Tulp. Su supervivencia como monumento viene al caso porque es una herencia directa de aquellos años del XVIII en que Carlos III quiso darle empuje a los estudios de cirugía en España.

 Tal vez la débil popularidad de este auditorio se deba a que no le envuelve el aura de morbo que tuvo esta práctica en el mundo anglosajón, donde la materia prima, es decir, los cadáveres, era escasa, así que floreció la tremenda industria de los resurreccionistas, ladrones de cuerpos en pos de la ciencia. En Catalunya, explica Alfons Zarzoso, director del Museu d’Història de la Medicina, este contratiempo se subsanó de un modo más elegante. Las disecciones se realizaban con los fallecidos no reclamados del anexo Hospital de la Santa Creu de la calle del Carme.