narcopisos en el raval

"Los vecinos están acojonados"

Los afectados denuncian que los traficantes se pasean por la vía pública "como si nada"

Explican que cada noche hay peleas y gritos en la calle de Cardona, donde hay uno de los pisos ocupados

Alba Tor, vecina de la calle de Cardona (Raval) donde hay un bajo ocupado por traficantes de droga. / ÁLVARO MONGE

"¿Miedo a dar la cara? Yo no. Saben de sobra quiénes hacemos las caceroladas, nos han visto un montón de veces". Lo dice Alba Tor, una joven de 32 años que vive en la calle de Cardona. "Pero los vecinos están acojonados", matiza. Y es que aunque ella no tiene inconveniente alguno en hablar, reconoce que el pavor sigue imperando entre muchos de los habitantes del Raval que cada noche participan en las caceroladas contra los narcopisos.

Enfrente de la vivienda de Alba hay un bajo ocupado para la venta ilegal de droga. Ella lo muestra desde el balcón de su dormitorio y, mientras habla, un hombre está tranquilamente sentado en la calle, a las puertas del local. "Es la manera que tienen de normalizar la situación. Están en la calle como si nada", explica esta joven que participó en la cacerolada que arrancó en la calle de Sant Gil y visitó la de En Roig en la noche del pasado martes.

Peleas y golpes de madrugada

Hasta hace un mes en su edificio, el número 8, estaba también ocupado el primer piso, pero los vecinos lograron echarlos. "Cada noche hay peleas de madrugada, gritos, gente golpeando las persianas para que le abran", prosigue esta joven. Para los drogodependientes, estos narcopisos que impiden el descanso y la tranquilidad del vecindario son una manera fácil y rápida de conseguir droga, ya que funcionan las 24 horas del día los siete días de la semana.

Alba Tor lleva cinco años viviendo en su piso de la calle de Cardona y hace seis meses que comenzaron los problemas. "No son solo las peleas, sino también la gente que se pincha en la calle a las diez de la noche", prosigue. Se trata de un problema de seguridad y de salubridad. Jeringuillas en la vía pública, heroinómanos puestos hasta las cejas y defecando encima. Y ocurre en el centro de Barcelona, visible para cualquiera que se quiera dar una vuelta por allí.

Proliferación

El Ayuntamiento de Barcelona asegura que ha incrementado el número de agentes de la Guàrdia Urbana en la zona del barrio afectada. Este diario ha preguntado a los Mossos qué medias van a aplicar en el futuro para frenar el problema, pero no ha obtenido respuesta. Ellos son quienes tienen potestad para entrar en los pisos ocupados, pero el juez debe dictar antes una orden judicial. Los vecinos consideran insuficientes los pasos dados hasta ahora por ambas administraciones.

Antoni Salas, vecino de la calle de la Riereta, en la que hay tres narcopisos, reconoce que en los últimos meses "se han hecho cosas". Los Mossos han realizado tres intervenciones: una en las calles de Picalquers-Carretes, otra En Roig y una última en Sant Gil-Cardona. "Pero el ritmo de aparición de los nuevos puntos es más rápido que el ritmo de cierre".

"Y no se puede entender cómo en Riereta hay dos bajos ocupados, el 3 y el 5, desde hace más de un año --lamenta Salas--. Dicen que las investigaciones oficiales tardan semanas y meses. Nosotros vamos camino de que sean años". La distribución de narcopisos en el barrio aparece recogida en un mapa diseñado por la asociación Acció Raval.

"Miedo" a los narcos

Júlia, de 62 años, vive en la calle de las Carretes y hay un narcopiso justo delante de su casa también desde hace un año. Como Alba, certifica el "miedo" que los vecinos tienen ante esta situación a la que ya no saben cómo hacer frente. Eso sí, ella está convencida de que esta problemática tiene como fin último expulsar del barrio.

"Quieren echarnos porque esto es el centro de Barcelona. La Barceloneta está llena y el Gòtic igual. Solo queda el Raval, que siempre ha sido el barrio más pobre de la zona", denuncia. A esta mujer la han amenazado los traficantes, pero asegura que no le dan miedo.

El Raval es el barrio de Ciutat Vella donde más narcopisos existen. Algunos son incluso de propiedad municipal. Otros pertenecen a bancos y, en este sentido, resulta clave la movilización contra los pisos vacíos. Cuando un piso ocupado pertenece a una entidad bancaria, el ayuntamiento suele tener grandes dificultades para encontrar respuesta o actuar de manera inmediata.

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